HISTORIA DE VIDA
A Miguel siempre le había gustado el trabajo con personas
mayores, y tras 4 años estudiando trabajo social, un Máster, muchas horas de
becario y varios empleos poco gratificantes para pagarse el alquiler, le había
llegado una buena oportunidad con un puesto de trabajador social en la
residencia “la Ribera” de su ciudad natal, Valladolid.
Sólo pudo desayunar ilusión y nervios, y con un cosquilleo en
el vacío estómago, arrancó su Renault 5 camino de la que podría ser su segunda
casa a partir de ahora. Bueno, la tercera, su segunda casa siempre será
Zorrilla.
Al llegar a la residencia preguntó por Irene, la directora,
que le recibió en su despacho. Poco duró en esa estancia ya que inmediatamente
le invitó a ver las instalaciones y conocer a sus nuevos compañeros y, por
supuesto, a los residentes.
Miguel estaba encantado con la visita, el centro era
maravilloso y las compañeras parecían muy agradables. Además, conoció a
Rafaela, Benigno, Emilia y muchos más residentes, aunque le llamó la atención
un señor en concreto. La gente le llamaba Vicente, pero Miguel sabía que se
debía dirigir a él como Don Vicente.
¿Le conoces? – preguntó Irene.
Bueno, alguna alegría que otra me ha dado en el pasado –
contestó Miguel con media sonrisa.
Tras sus primeros días en la residencia, Miguel propuso
empezar a trabajar las historias de vida de los residentes. Según había
aprendido en el Máster, debía mantener charlas con las personas para construir
junto a ellas un relato de su vida, que se utilizaría como instrumento para
favorecer la atención personalizada. Evidentemente, el primer elegido fue Don
Vicente.
Miguel se sentó en el sillón junto a Don Vicente. Era la
primera vez que lo hacía desde que había llegado a la residencia. Un ídolo
impone en cualquier circunstancia. Sin embargo, Miguel detectó enseguida que
Don Vicente no estaba solo, le acompañaba ese maldito alemán llamado Alzheimer.
Así, Miguel no consiguió de Don Vicente nada más que un gesto de aprobación
ante su saludo e inmediatamente un giro de cabeza hacia ninguna parte.
Los días pasaban y la frustración iba en aumento. Pero un
día, repasando las pautas para elaborar la historia de vida, recordó que era esencial
la colaboración del entorno para los casos de personas con demencia. El entorno
ayudaría a completar su historia a través de recuerdos de lo vivido.
¿Recuerdos de lo vivido? – exclamó en voz alta.
Miguel salió corriendo del despacho y se dirigió al sillón
que habitualmente ocupaba Don Vicente y en el que tantas veces había intentado
conversar con él. Con el cariño que le caracterizaba le pidió que le
acompañara. Don Vicente le miró y, reconociendo una cara amable, se puso en pie
y siguió a Miguel hasta su despacho.
Con ambos frente al ordenador, Miguel abrió Youtube y tecleó
en el buscador: “Oviedo Valladolid 3-8”. Un Carlos Tartiere borroso apareció en
la pantalla y los goles empezaron a caer en ambas porterías. Con cada gol de Peternac
se dibujaba una sonrisa en la cara de Don Vicente. Tras cinco minutos de vídeo,
una pequeña lágrima se derramó por la mejilla de Don Vicente que se giró hacia
Miguel y le dijo:
Pibe, nos costó mucho, pero al final lo conseguimos.
Al día siguiente Miguel abrió el expediente y comenzó la
historia de vida.
Nombre: Don Vicente
Cantatore Socci
@Albertoselby
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